jueves, 28 de febrero de 2013

Adiós ¿al padre de la indignación?



Ayer murió Sthépane Hessel. Tenía 95 años. Su libro ¡Indignaos! (Indignez-Vous, 2011), 32 páginas, editado en Francia en una pequeña editorial y en un primer momento, vendido por menos de 3 euros, fue todo un toque de atención al mundo entero, priorizado en Francia, y recogido por la Europa pobre del sur sobre las consecuencias del exacerbado capitalismo neoliberador y de la misería a la que se conducía, y conduce, al 99% de la población. También de la impredecible en aquel momento, pero latente, merma de calidad democrática, libertades y derechos que llevaba asociado. Era una llamada a toda la población, pero especialmente a la juventud. Desde el punto de vista literario fue el renacer del panfleto, en el caso español casi desde la Segunda República, y vino con el prólogo de su coetáneo, José Luis Sampedro. Llego a vender cietos de miles de ejemplares, haciendo más rica si cabe a una editorial, de ideología conservadora. Y neoliberal.

Vinculado a la bohemía (hijo de una pintora), el también hijo de un judío alemán, Hessel, no pasó nunca las estrecheces económicas de Sampedro, sino que llevo una vida cómoda en el aspecto económico, pero audaz, libre y cultural como recogio Truffaut para uno de sus ensayos cinéfilos de Nouvelle Vague. Sólo hasta el auge del nazismo cuando acabo por su ascendencia en un campo de concentración (en Buchenwald y Dora-Mittelbaus) donde fue torturado. Liberado, renego de su ascendencia germánica (se nacionalizó francés) y comenzó su carrera diplomática, culmiando su desmedido interés por lo "público", la política y la sociología, y sobretodo la filosofía, que ya demostro desde su más temprana edad. Así llegó a ser unos de los ponentes y desarrolladores y firmar La Declaración Universal de los Derechos Humanos, en un claro anhelo, un sueño real y factible, de un mundo mejor.

Y con ese espíritu y ya nonagenario, Hessel lector empedernido de poesía, se sento y escribió un alegato contra el egoísmo, la estupidez humana y en favor a la rebelión, el despertar crítico y democrático de unas generaciones acomodadas, a la par que amordazadas, para jamás protestar y dar por bueno todo. En una situación de deriva democrática lamantable, de europeismo a la baja y por calidades (siempre se declaró europeísta), de crisis económica endémica del sistema capitalista que ya da sus últimos coletazos herido de muerte por el egoísmo de la clase dominante, en el que el trabajo esta supeditado a la especulación, donde cada vez más gente vive peor, sólo para unos pocos (ínfimos...). En esa situación fue un hombre de 93 años quien recupero la idea de la sublevación, de la lucha en las calles y de la recuperación del poder democrático por el pueblo. Su planfeto iluminó, pero el camino ya estaba hecho.

No fue en "su Francia" donde ¡Indignaos! cobró fuerza en las calles. Allí los franceses cobran más del doble que nosotros, españistaníes. Y aún gobernados, por un ultra liberal como Sarkozy, los franceses mantienen un poderoso músculo sindical y reivindicativo que mantiene calientes y claras las lineas de lo tolerable, de los derechos, deberes y libertades del pueblo, a salvo, de despotas, caciques y egoístas capitalistas. Fue en el sur de Europa donde su libro ha tenido más influencia.

Esto no quiere decir que un día, en una librería, 500.000 (son las copias que ha vendido aquí; innumerable el número de lecturas que ha tenido, por compartir, prestar,...) jóvenes, encontraramos ¡Indignaos! y salieramos con las rastas, las batucas y las Quecha a la calle y a las plazas. No. Lo cierto es que el estado de Indignación, que tenemos ahora y que es un hermano que le ha salido al degradado estado del bienestar que nos han violado en Españistán, llevaba muchos años calentándose. Crisis económicas, jóvenes sobrecualificados sin oportunidades, burbujas inmobiliarias, estafas, déficits democráticos, franquismo latente, Transición de buen rollismo sin contenido... Demasiadas cosas para estar tranquilo, viendo fútbol y televisión. Lo cierto es que por todo el país han ido naciendo ideas y plataformas; blogs, grupos en redes sociales; recuperándose el asociacionismo de barrio y asambleario para finalmente aparecer en las calles. Las 500.000 copias con las que aumento su cuenta de resultados la editorial Planeta (editora entre otros del planfeto retrogrado y fascista de La Razón) no pueden ser comparadas con la red y la participación que la indignación popular llevaba ya en sus mentes y corazones, espoleando el talento y la energía de muchas personas asqueadas de un sistema moribundo y nauseabundo porque condena a la mendicidad a la gente honesta y premia a los inmorales y amorales. Aunque evidentemente ayudo para etiquetar el Movimiento 15M, siguiendo las prebendas y manías que tiene el periodismo de hoy en día. Etiquetarlo y catalogarlo todo. Y llego el día.

Aquel 15 de mayo de 2011 España se hecho a las calles hastiada de corrupción, dictaduras (franquista, conservadora y económica) y sobretodo de amoralidad. Y ante aquel despliegue de fuerza reivindicativa y lucha, Hessel y su panfleto, sirvieron para hacer ver que la indignación, estaba latente y ya ardiendo, pero sobretodo que no entendía de ideologías, ni edades, procedencias, ni estados. La democracia real, aspira a unos criterios y bases de dignidad de los seres humanos, que nunca pueden ser sobrepasados.

Leí ¡Indignaos! cuando me lo presto mi jefa (fíjense que buen rollismo). Y me pareció bueno, correcto. Pero quizás porque ya estaba, entre comillas aburrido y cansado de leer, lo mismo siempre: las mismas cosas que me indignaban ya y me cabreaban (e indignan y cabrean todavía hoy) no me pareció lo suficientemente poderoso como para encender una revolución. Quizás a alguien ajeno a la realidad palpable de la calle y mediatizado por los medios de comunicación de masas al servicio del poder le sirviera de acicate. No lo dudo. Más tarde, Hessel, escribió ¡Comprometeos! que era un llamamiento para pasar de la indignación a la acción, y ahí, encontro menos empuje mediático, quizás porque interesa más tenernos indignados, pero que no hagamos ruido, no ocupemos espacio en la vía pública, o saquemos  el hoy más necesario que en 1789 gran invento del Dr. Guillotin. Y después, aquí, en Españistán, llegó más neoliberalismo, más fascismo y más conservadurismo.

Pero quizás la aportación más importante de Hessel al 15-M fue la de transmitir, con su edad y trayectoria política, un tipo de credibilidad que los grandes medios necesitaban para poder hablar de las movilizaciones en calle sin sentir que daban voz a lo que caricaturizaban como un latido antisistema que aunque muchos nos sentimos así, otros muchos no se encontraban cómodos con la etiqueta. Y sobretodo el compromiso del que él nunca dimitió. Es necesario tomar el relevo. No son tiempos de desperdiciar la energía ni los terrenos ganados que se están yendo por un sumidero. El final de Indignaos cobra hoy todo su significado: "Una verdadera insurrección pacífica contra los medios de comuniciación de masas que no proponen otro horizonte para nuestra juventud que el del consumo de masas, el desprecio hacia los más débiles y hacia la cultura, la amnesia generalizada y la competición a ultranza de todos contra todos". Llamando "a los que harán el Siglo XXI" a la acción porque "Crear es resistir, resistir es crear". Él descansa ya, es nuestro turno.


D.E.P. Stephane Hessel.



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