martes, 12 de julio de 2016

La picaresca y el absurdo del país idiota



Hace un mes escribía esto, con un claro afán de no tener que volver a dedicar tiempo, primero a cabrearme y luego “descabrearme” toda vez que preparo, escribo, corrijo y al final leo con agrado tras publicar. Sin embargo, #Españistan se supera. Me supera. Te supera. Nos supera a todas y todos. No es un país, un estado o un espacio físico, no. Es un concepto mental de la indignidad, de la sinvergoncería orgullosa, consciente y feliz de serlo; del sufrimiento y penar de todos quienes no pensamos así, a quien nos duele, lamentamos y añoramos una sociedad mejor, más plena, democrática y solidaria. Una sociedad y país que se desprendiera de una vez de los harapos y la mugre y fuera capaz de reconocer la ignominia, denunciarla, castigarla en todos los ámbitos y obligar a un avance en la moral que de continuo se traduciría en un progreso en el bienestar, los niveles de vida y en como nuestras sociedades, desde lo más pequeño, hasta lo más grande, pasando por lo loca, regional y nacional, consiguen de una vez por todas garantizar la libertad y la mejora de condiciones de vida de todas y todos.
La penúltima, porque la última siempre se está cocinando y se dispensará gradualmente del contenedor de mierda que este país, es que a Messi le declaran culpable de defraudar a Hacienda una millonada, pero con una pena irrisoria de 21 meses de cárcel y una multa rídicula tras la regularización de lo defraudado, que ni castiga, ni intimida, ni sirve como llamada de atención, escarmiento o aviso a pasados, presentes y futuros defraudadores. A Messi, que se declara como un tonto y botarate, con tal de eludir responsabilidades, y sobretodo castigos y a su padre, cada mes en la cárcel le sale a 500.000€. A Rafa, un granadino que lleva un mes y medio en la cárcel por robar 76€ hace 4 años, de momento le ha salido a 38€. Entre ambas cantidades puedes elegir el punto donde la igualdad entre ciudadanos se va al estercolero.
No contentos con esto, en el Barça a su directiva no se le ocurre nada mejor que salir en su defensa con un comunicado de apoyo y una campaña en redes en la que pide a los aficionados que se solidaricen con el defraudador porque dicen que toda la culpa es de su padre. Se va casi de rositas con una pena de sólo 21 meses después de evadir 4 millones de euros a la caja de todos y todavía hay que hacerle la ola para consolar al nene.
Tiene delito que se aplauda al delincuente pero es lo que ocurre secularmente en nuestro país, de Madrid a Barcelona, sin ir más lejos las pasadas elecciones, en las que casi ocho millones de personas aplaudieron con su voto a un partido que navega en la corrupción desde los tiempos franquistas. No hay que olvidar que somos el país de la picaresca. De aquí es ese género literario, único en el mundo, dedicado a contar las pillerías, bravuconadas y travesuras de los granujas.
Se desprecia la inteligencia y se premia a los listillos, se hace burla al que cumple con sus obligaciones y se celebra a quien se las salta. Es tradición nacional reírle las gracias al pícaro, al que se libra de pagar, engaña al ingenuo y al honrado, sisa unos folios por aquí o inventa un trapicheo para pagar menos por allá. Y ahora el club de fútbol más exitoso del país, referente en todo el mundo, pide a su parroquia que abrace a un evasor multimillonario que nos ha intentado robar a todos y a los forofos sólo les ha faltado darle un euro como si fuera Lola Flores.
Supongo que los Community Manager del club catalán se pusieron las manos en la cabeza y trataron de quitar la idea de la cabeza a la directiva (sino lo hicieron, lamentables profesionales son) que está acostumbrada con sus tejemanejes con las instituciones catalanas de usar éxitos deportivos, equipo, afición y legado como emblema nacional catalanista siempre que el flujo de poderes y dineros sea intenso y bidireccional.
Luego nos quejamos de que pagamos muchos impuestos, los ricos pagan poco, los políticos nos roban y nos gobiernan ladrones, pero hay gente a la que se le olvida cuando va a las urnas o al campo de fútbol con la banderita de su equipo, nación o partido. No tenemos dinero para servicios públicos básicos ni para las pensiones pero gana las elecciones el partido de Bárcenas, Soria, la financiación ilegal y la amnistía fiscal a los grandes evasores como Messi. Quizá si la gente supiese que cada uno de nosotros pagamos entre 800 y 1000 euros más de impuestos al año para compensar lo que otros defraudan, se les quitaban las ganas de aplaudirles y votarles.
También si supieran que la mayor parte de los recortes de la crisis -que han provocado tanto dolor, incluso muerte- se podrían haber evitado si se atajara el fraude de las grandes fortunas, dejarían de reírles las gracias. Si empezaran a pensar lo que les cuesta a su propio bolsillo o a su propia vida, a lo mejor ya no iban a jalear a Messi a la puerta del juzgado, a la Infanta y a los compi yoguis a su entrada en el palacio o a Rajoy al balcón de Génova. Peor que ser un país de ladrones es que además somos un país de idiotas que aplauden a los pícaros que les estafan. Insoportable.
Como el Lazarillo de Tormes, algunos se creen muy listos porque se comen las uvas de dos en dos, pero el ciego se las come de tres en tres mientras ellos callan. Muy pícaros pero muy pánfilos. Aclaman al multimillonario que les roba. Eligen al político que les engaña. Es el Síndrome de Estocolmo. En este país, hay secuestrados que adoran a sus secuestradores.

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