miércoles, 4 de octubre de 2017

Y al tercer día apareció el Rey


Tras los acontecimientos, es decir, la violencia con la que el Estado dio respuesta al desafío soberanista del 1 de Octubre, yo mismo, republicano convencido, reclamaba la imperiosa necesidad de que el Rey, el Jefe del Estado, saliera a la palestra.
Se me hacía inconcebible que Felipe VI “el preparao” no diera ejemplo a unos políticos inútiles y corruptos que habían enquistado la cuestión catalana; que no saliera a poner sosiego en la aceleración de acontecimientos; que no llamará a todos a la calma, especialmente a la ciudadanía, pero también a las élites políticas. Me parecía una oportunidad fantástica, y lo digo con sinceridad y convencido de mi republicanismo, para dar empaque y uso a la monarquía. Una declaración del Rey, sosegada, proactiva en la que se mostrará dialogante e incluso como mediador, por qué no, entre las dos derechas que han llevado esta situación al desquicio, al abismo.
Pero no. Al monarca se le puso en los cojones hacer una declaración aberrante, desquiciada y que entierra cualquier esperanza para una solución pacífica, pactada y que pueda ser admitida con dignidad por todos. Como el mal padre, leía la cartilla a uno de “sus hijos” y ni nombraba las tropelías del otro, tras una pelea de chiquilllos.
Las palabras del Rey venían a dar cobertura sin ambages a la actitud y políticas destiladas desde Moncloa, desde la sede de Genova del Partido Popular y el chiringuito de pipas que tienen Ciudadanos. Represión, persecución, cierre de libertades, despliegue policial e incluso militar, intervención vía Artículo 155...
Tras lo visto el domingo 1 de Octubre, la violencia infringida sobre ciudadanos que solamente querían votar o hacer una declaración pública en simulacro de referéndum, no mereció ni una palabra del monarca. Para el Rey, los heridos no existieron.
Tampoco se llamaba a reprobar ciertas actitudes de la presidencia del gobierno que ha usado los poderes del Estado, como la judicatura y las fuerzas de seguridad, para reprimir, para construir un escenario de enfrentamiento abierto contra los Independentistas, que son políticos, pero también por todo lo que han hecho todos estos años y especialmente el último mes y los últimos días, millones de ciudadanos catalanes y también del resto del Estado. Para Felipe VI, Rajoy y la caverna más rancia de la ultraderecha, no tienen nada que ver con la situación generada, como si estos no tuvieran nada que ver cuando reprimieron la voluntad catalana expresada en forma de Estatut, por cálculos electorales.
Obviaba el Rey, en su discurso a todos los ciudadanos y ciudadanas que quieren expresarse, incluido los que quieran decir “No” a la Independencia catalana. También “pasaba” olímpicamente de los millones de ciudadanos españoles que horrorizados por todo lo que hemos visto estas últimas semanas pedimos diálogo y soluciones basadas en política con mayúsculas.
Por supuesto, la retahíla de frases hechas jugó su papel para mostrar la incoherencia de personaje e institución. Que alguien, elegido por vía seminal, a quien su padre fue puesto por un dictador fascista moribundo, me venga a hablar de democracia suena a broma de mal gusto.

No sólo fue lo qué dijo, sino cómo lo dijo. El tono y el lenguaje corporal iban acorde al mensaje de represión y defensa de la Constitución del 78 (de la que depende su vidorra, no lo olvidemos). Se mostraba el Rey, encendido, protestón, regañando al mal hijo o al mal alumno y amenazante. Sobretodo amenazante.

Incluso la presentación era un mensaje claro y atemorizador. El Rey se presentaba delante de un cuadro de su tatatarabuelo, Carlos III ataviado con una armadura y blandiendo bastón de mando. Además, por si no lo sabéis, fue el último Rey español que intervino militarmente en Catalunya y obligó a la educación en castellano, relegando el catalán, así como prohibió la edición de libros en catalán.
Probablemente para decir lo que dijo, lo mejor es que hubiera mantenido el silencio de su desaparición pública. Se confirmaron así una vez más, dos cosas: La primera que más vale parecer imbécil y estar callado que no hablar y confirmarlo. La segunda que la Monarquía es una institución anacrónica e inútil y desde aquí y desde todo el país, ya muchos y cada vez más, le pedimos que entregue las armas (la corona y la Jefatura del Estado) y se disuelva (abdique y convoque elecciones constitucionales). Si no aporta soluciones es parte del problema.


Pasada la jornada de ayer, de huelga y protesta en Catalunya contra la violencia estatal, y el discurso incendiario del Rey tenemos un escenario nada halagüeño que nos llevan a un final imprevisible donde puede pasar cualquier cosa y las rupturas sociales van a pesar para varias generaciones.
Las dos derechas más corruptas de Europa tapándose con un trapo, cada una el suyo, sus vergüenzas, que sólo han servido para incendiar las pasiones nacionalistas en ambos lados, con el peligro que eso tiene en la extrema derecha que sigue estando.
En medio los que ni sienten, ni padecen, y la izquierda, y quienes creemos, o creíamos, que la política lo podía resolver todo. Y sin embargo, en Catalunya o en España, nos vamos a encontrar con mayorías absolutas, abolutísimas, de derechas que a lo único que se dedican con eficacia es a robar.
Pero nos hemos encontrado con políticos de baja, bajísima, estofa. Incapaces no ya de aportar soluciones, sino de no crear problemas. La derecha burguesa catalana siguiendo su camino al pie de la letra, sabiendo que la Independencia es inevitable.
Y por otro la derecha burguesa y franquista, nacional, amparadas por el Rey, llevada a los mandos por un Rajoy, el peor presidente de la historia de España.


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